Ya hemos superado a la mitad del ejercicio y para todas las empresas es conveniente parar y hacer un examen interno de lo conseguido hasta ahora.

Para aquellas organizaciones que culturalmente están acostumbradas a gestionarse con una planificación anual,  sirviéndose de una herramienta de gestión que llamamos «el presupuesto”, ha llegado el momento de ver cuáles son las desviaciones acumuladas y en función de su análisis determinar cómo abordar el resto del ejercicio.

Y para las empresas que trabajan únicamente con la comparación de sus resultados actuales sobre los del ejercicio anterior, mi consejo es que abandonen esta práctica y se doten de un presupuesto.

A través del presupuesto

En el caso de las primeras, lo primero que tiene que analizar es si el resto del ejercicio, de septiembre a diciembre, se mantendrá la secuencia necesaria para llegar a los resultados determinados en su plan presupuestario o si al contrario no se prevé conseguirlo y tendrán entonces que tomar medidas para conseguirlo o bien, si con el tiempo que queda no pueden hacerlo y deben retirarse de su plan original.

Comparación de resultados

Para el segundo tipo de empresas, lo mejor es que vayan cambiando de costumbre entrando en una cultura de «hacer que las cosas ocurran». ¿Razón?, la irregularidad en el comportamiento del consumo de hoy, sobre todo, en las empresas que trabajan para el consumidor final. Lo que quiero indicar, es que compararse con su histórico hoy ya no resulta útil por lo cambios continuos y repentinos de la demanda. Y si lo fuera, sería terrible porque la regularidad con ventas estancadas y márgenes paupérrimos es sinónimo de un sector en estado vegetativo. Y créanme, si están así es mejor que huyan rápido de su mercado, es una mala señal.

No hay que confundir planificación con una acción lenta en la toma de decisiones

La planificación

La planificación ha estado demonizada desde la parte que más debería apostar por ello -el propio empresario-, además ha estado ignorada por los precursores del “rápido, rápido”, impulsados por la mal llamada “practicidad” y por los conversos tiempos de Internet. Con ello no se ha hecho ningún favor a las empresas.

No hay que confundir una necesaria planificación con una acción lenta en la toma de decisiones o con una rápida adaptación a los cambios. Es necesario planificar, no para hacer inamovible cualquier acción, sino para tener una carretera que nos guíe hasta el destino que hayamos elegido. Cuando salimos para allá en nuestro vehículo no tenemos idea si por efecto de la lluvia ha caído una gran piedra que nos impide el paso, nadie puede prever esto, por eso es aconsejable conducir con una velocidad que nos permita reaccionar con posibilidad de salir airoso de un lance así. Eso es precisamente lo que hay que hacer en el día a día, adaptarse a lo que vaya ocurriendo, pero esto no anula o devalúa nuestro plan, sencillamente nos obliga a rectificar sobre la marcha.

Y por ultimo, la dirección en solitario esta en franca decadencia. Hoy es un equipo de personas bien seleccionado, trabajando muy coordinados y bien dirigidos por un líder, lo que se necesita en las empresas y esto es necesario acompañarlo con una buena planificación.

Y como dicen los americanos “Good Luck*” les va hacer falta para lo que viene.

*Buena suerte

 

Luis Sequi. CEO de Grupo Entornoempresarial

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